martes, 20 de marzo de 2012

La relajación general consciente o savasana



  
          A primera vista el Savasana parece muy fácil de practicar, puesto que no hay que realizar ningún movimiento, y físicamente sólo consiste en permanecer extendido bocas arriba; sin embargo se le considera el más difícil de todos los asanas. El espíritu del Yoga está mucho más allá de lo que las apariencias puedan dar a entender: al cesar toda actividad externa es cuando se está trabajando interiormente con mayor intensidad.

          Hemos visto en los asanas que la lentitud es un requisito esencial para que la mente pueda seguir cuidadosamente todos los movimientos y las sensaciones que acompañan a los movimientos. En el Savasana, postura de la relajación general, es donde la lentitud alcanza su máximo apogeo, pues hay una inmovilidad total. Ahora bien, el yogui ha de mantener, dentro de esta pasividad aparente, una clara lucidez mental una presencia total de sí mismo en este paréntesis de actividad orgánica y mental.

          Conseguir la relajación completa, es decir, que se aflojen todas las contracturas conscientes e inconscientes del cuerpo y se logre una perfecta tranquilidad emocional y un silencio absoluto de la mente, requiere tener ya un extraordinario dominio de sí mismo y haber superado muchos peldaños en la práctica del Yoga.

          Es en el Savasana donde mejor se recogen los efectos del Yoga: si bien los otros ejercicios dinamizan y ponen en marcha energías del cuerpo y del psiquismo, en el Savasana estas energías latentes y liberadas se aprovechan, se absorben, se incorporan de un modo directo, inmediato, en tanto que realidad básica de uno mismo, a la conciencia vigílica.


          Pero el Savasana no sólo merece toda nuestra atención por su riqueza intrínseca. Para nosotros, hombres de Occidente, es toda una panacea; constituye quizás la medicina que necesitamos tomar a dosis masivas, no ya para alcanzar un desarrollo superior, sino incluso para poder sobrevivir. Todos nos damos cuenta, en mayor o menor grado, de que el ritmo de la vida moderna, el exceso de actividades, las preocupaciones que traen consigo, los problemas familiares, afectivos, mentales, etc., van minando nuestra capacidad de acción y la de vivir en paz. Una carga se añade sobre otra hasta que la salud se resiente, nuestro equilibrio físico y afectivo se resquebrajan apareciendo entonces trastornos en los puntos más débiles de nuestro organismo o de nuestro psiquismo. Las zonas más afectadas serán: el aparato digestivo; el sistema nervioso (insomnio, agitación, inestabilidad física y emocional, neuralgias), el aparato circulatorio (hipertensión y síntomas más o menos alarmantes de taquicardia, a veces la falsa angina de pecho, etc.) Puede decirse que cualquier zona de nuestro organismo físico puede ser un foco donde se exprese la tensión que se va acumulando en nuestro interior.

          No obstante lo peor es que esa tensión con que vivimos llega a hacérsenos tan habitual que ya ni nos damos cuenta de ella. Sólo cuando alcanza un grado muy notable, traduciéndose en síntomas alarmantes, empezamos a inquietarnos. En realidad todos estamos sujetos a un estado agudo de tensión, lo que se evidencia cuando empezamos a practicar relajación u otro medio cualquiera que nos permite tranquilizarnos; entonces notamos enseguida los efectos del cambio y sentimos la diferencia entre nuestro estado habitual tenso y la placidez de tan leve reposo. También se hace evidente cuando podemos pasar unos días en el campo, llevando una vida plácida y tranquila; nos parece que somos personas distintas, que hemos rejuvenecido
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          La relajación es una necesidad fundamental y básica, no una técnica artificial, con la que se pretende conseguir efectos llamativos. Toda nuestra vida es una cadena en la que la actividad alterna con el reposo. Reposo que quiere decir actividad interior de recuperación, de renovación de energías, gracias a la cual nos preparamos para poder actuar de nuevo. Se puede afirmar que la relajación constituye exactamente la contrapartida de la acción. Por consiguiente cuanto mejor practique una persona la relajación, mayor será su capacidad de acción. Es evidente que si la persona se lanza hacia la acción, pasando sin reposo de una actividad a otra, al final le fallará el control de la acción y ésta dejará de ser realmente productiva y eficiente, para convertirse en un impulso mecánico, sin contenido humano.

          Por eso aprender a relajarse es aprender a actuar. Esta observación es importante, porque a todos nos parece que no tenemos tiempo suficiente para aprender a practicar la relajación; que todos tenemos cosas mas importantes que hacer que estar estirados durante un cuarto de hora; y no nos damos cuenta de que el primer asunto urgente somos nosotros mismos. Si no reparamos nuestra maquinaria, si no hacemos que nuestro organismo y nuestra mente estén en las debidas condiciones, toda nuestra actividad será desmerecida o por lo menos relativamente mediocre. Conviene que aprendamos a ver la relajación desde este unto de vista positivo, como contrapartida de la acción: es en el silencio de la relajación donde se fragua, donde se capacita cada uno para actuar después con mayor eficacia, energía y presencia de sí mismo. Nuestra vida se mueve siempre dentro de este ritmo alternante: actividad, reposo, Si por los imperantes sociales o por las crecientes exigencias de actividad que nos impone la vida actual, sacrificamos el segundo de estos dos tiempos del movimiento vital, nos resentiremos profundamente de ello y sufrirán también las consecuencias el resultado total de nuestro quehacer y el interés común.

          Hay que insistir en que la relajación interesa tanto al hombre de acción como al que busca en el Yoga la propia superación, el encuentro consigo mismo, o su perfección espiritual. No hay que olvidar que la relajación es el punto de partida para trabajos ulteriores de meditación, de dominio de la mente, incluso de desarrollo de nuevas facultades psíquicas: si no se practica la relajación en su vertiente mental, resulta inútil toda otra técnica mental.


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