sábado, 24 de marzo de 2012

actitud corporal, tono muscular, ritmo respiratorio y estado mental


actitud corporal y los estados mentales

Cada postura del cuerpo induce y determina una disposición mental y viceversa.
En cada estado de ánimo tendemos a adoptar determinadas posturas, a verificar gesticulaciones con las manos, con los brazos, la cabeza, las piernas, o basculando el cuerpo hacia delante o hacia atrás, etc. Es un hecho comprobado que el estudio de las manos y los dedos nos descubren facetas y motivaciones del carácter de las personas.
Quién no se ha dado cuenta de que cuando está nervioso, alarmado o tiene miedo tiende a juntar las piernas o entrelazar los pies: indica que uno trata instintivamente de reforzar sus energías; como ocurre en el plano físico cuando tenemos frío, que nos apretamos y encogemos, reduciendo y exponiendo al exterior el mínimo de superficie corporal para aprovechar el calor interno. Justamente lo contrario que cuando nos sentimos optimistas y eufóricos, o sentimos calor.
Y lo mismo sucede con los estados afectivos, inducidos por determinadas posturas y actitudes corporales, pasa con respecto a la energía disponible en el cuerpo. Cuando uno se aísla, junta los pies y cruza las manos, experimenta, como el Yoga enseña, que se cierra efectivamente un circuito de energía: disminuye nuestra sintonía con el exterior. De ahí que esta postura favorezca la toma de contacto con los procesos interiores. Una de las posturas del Hatha Yoga es, por ejemplo, la del loto o “Padmasana”. Practicándola se siente enseguida tendencia  la tranquilización interior. Es la postura típica de Oriente que observamos en Buda y que favorece la concentración y la meditación.
EQUILIBRIO

tono muscular y estado mental

            Entendemos por tono muscular la mayor o menor fuerza que estamos haciendo con los músculos en un momento determinado.
            Podemos observar que cuando nos sentimos preocupados, tensamos algún músculo del cuerpo. Cada cual se apoya entonces, al adoptar esta actitud mental tensa, en puntos diferentes de su cuerpo, sobre los que la mente ejerce más presión. Todos solemos oprimir el plexo solar y el estómago. Este plexo viene a ser como nuestro cerebro abdominal; en él repercuten directamente las emociones de miedo y alegría. Además del plexo solar, que es más bien un grupo nervioso, contraemos los músculos de la misma zona, oprimiendo el vientre. Paralelamente a estas contracciones abdominales, se contraen diversas zonas del cuerpo, que varían según los individuos: unos contraen los brazos o antebrazos, otros las piernas o la nuca, o los hombros; cada cual tiene sus puntos especiales que tensa cuando sobreviene una preocupación y que a veces llegan a quedar afectados por una contracción permanente; aunque el sujeto no sea consciente de ella, por ser ya habitual, se trata de un reflejo condicionado.

            Los Maestros de Yoga han llegado a la conclusión, hace miles de años, de que cada vez que tensamos los músculos del cuerpo debido a causas afectivas, un sector de nuestra mente se fija en la zona presionada y se concentra allí una parte de nuestra energía destinada a mantener aquella contracción inútil. Por lo tanto cada vez que sufrimos una tensión de este tipo, se produce un déficit mental y una pérdida innecesaria de energía.

            Que esto es así parece ya indicarlo, sin necesidad d una experimentación rigurosa, lo que nos ocurre, por ejemplo, cuando estamos muy nerviosos antes de un examen: quisiéramos poder dar un último vistazo a todo el libro, pero tensamos tanto los nervios que leemos sin enterarnos de nada. Cuanto más insistimos en esta actitud tensa, peor nos va, porque la mente también se contrae y pierde capacidad. Para estar receptiva y abierta necesitamos estar relajados corporalmente. La actitud corporal óptima para el estudio y la concentración es la de una total relajación nerviosa y muscular. Cuanto más importante sea un asunto y mayor atención requiera, mayor debe ser el grado de relajación, pues más libre y capaz deberá estar la mente.

            Muchas veces no podríamos relajarnos, porque ni siquiera nos damos cuenta de que estamos tensos.

            Las contracturas que mantenemos, siempre nos pasan inadvertidas, y por lo tanto aunque queramos relajarlas, no podemos; únicamente está en nuestra mano aflojar voluntariamente las que percibimos conscientemente.

            Cuando se mantiene una postura durante mayor tiempo cada vez, con la consigna de seguir aflojando  siempre más y más, empiezan lentamente a ceder las contracturas inconscientes, experimentándose una sensación de bienestar.

            Por esos los ejercicios de yoga no son movimientos, sino posturas, y en esto se diferencia esencialmente de la gimnasia sueca: no se trata de realizar un ejercicio muscular, sino de hacer funcionar un grupo de músculos mientras los demás permanecen descansados. Para conseguir que los demás descansen no basta que se mantengan en una permanencia estática, sino que es preciso mantener la mente atenta, vigilante, procurando aumentar el grado de relajaciónespacer de todos los demás músculos que no se ejercitan, y con éstos hacer sólo la fuerza estrictamente indispensable para sostener la postura.

            Tras los primeros intentos de aflojar los músculos que dependen de la voluntad, se suele tener la sensación de que ya se ha relajado uno hasta el límite de lo posible. Pero el Yoga dice: no, no es suficiente, hay que continuar relajándose más. Es este sobreesfuerzo, esta continuidad en la misma actitud, cuando parece que ya no queda nada por hacer, lo que permite actuar sobre los movimientos y actitudes inconscientes. Sólo podemos llegar hasta el inconsciente yendo más allá del consciente: entonces es cuando empieza realmente la labor de profundidad.

            El grado de relajación muscular que se logra trae consigo una tranquilización de la mente, haciéndola apta para poder concentrarse con toda su capacidad en el objeto que en cada momento desee.

            Otro aspecto de la vinculación entre tono muscular y estado mental se refiere a la posibilidad de aumentar la potencia mental mediante la toma de conciencia de la energía muscular, y de la corporal en general.

            El hombre sólo utiliza una minúscula parte de su energía mental. Nuestra mente  suele funcionar independientemente del resto de nuestra personalidad. Esta es la causa de su falta de rendimiento. Vivimos preocupados y absorbidos constantemente por nuestros problemas, y llegamos a habituarnos a esta dependencia de las circunstancias, buscando el modo de conseguir en todo un máximo. Así, inconscientemente, nos obsesionamos con el estímulo externo que provoca nuestro interés y nuestras preocupaciones, y nos vamos alejando de toda sinfonía con nuestro interior.

            Sin embargo nada más perjudicial, incluso para el fin que pretendemos. Porque nuestra mente está hecha para dirigir nuestra personalidad, y sólo puede conseguirlo permaneciendo sintonizada con ella en todo momento. Entonces se carga de energía y gana en eficiencia.

            Sintonizada con todos los niveles de nuestra personalidad. Empezando por el nivel físico, nuestro cuerpo. Aquí entra en acción el Hatha-Yoga. Nuestro organismo es un formidable generador de energía vital. Todos los instintos son energía que nos empuja a vivir, y de la que tenemos cuantiosas reservas, aparte de la que utilizamos en nuestra vida diaria, energía que sólo activamos del todo en momentos de peligro, manifestándose entornes con una intensidad y una fuerza imponentes. Pero de ordinario toda esta energía vital la utilizamos y consumimos a través de nuestra biología sin que se aproveche de ella nuestra mente, alejada siempre de las actividades biológicas, de espaldas y al margen de estos niveles elementales.

            Ahora bien, si aprendiéramos a abrirla y situarla en una actitud receptiva, es decir, a que siguiera con atención, en ciertos momentos por lo menos, nuestros procesos vitales, nuestra mente, se incorporaría esta energía biológica que circula por nuestro organismo. Actualmente el circuito vital por el que discurre esta energía se limita a las funciones vegetativas. Si enfocáramos nuestra mente hacia dicha energía dirigiendo hacia ella nuestra atención, sintiéndonos vivir, respirar, movernos, siendo conscientes de nuestros impulsos, la energía vital no circularía sólo por el nivel vegetativo, sino que mediante este empalme de la atención, incluiría en su circuito a nuestra mente consciente, y pasaría por ella, aumentando su potencial energético.

            Este procedimiento que parece tan sencillo –como siempre, son las cosas al parecer pequeñas las que producen grandes resultados- es el que utiliza el Hatha-Yoga. Nos dice: Aprendamos a hacer los ejercicios físicos con la máxima atención, poniendo nuestra mente en lo que estamos haciendo, no sólo en el aspecto motor, externo del ejercicio, sino sobre todo en el movimiento interno, en el impulso que nos promueve en la sensación que experimenta mientras nos estamos moviendo, o mientras respiramos o descansamos. Sigamos con atención, con la mente abierta a esta vertiente interior de los ejercicios y entonces la energía que desplegamos pasará a través de nuestra mente y sentiremos después de un ejercicio que quizás habíamos practicado muchas veces sin cuidado, una calma nueva, una fuerza mental excelente y desconocida, que se deben a ese sólo detalle.

            No sólo en la práctica del Yoga, sino en todos los momentos que  podamos durante el día, la sintonización de nuestra mente, por medio de la atención, con nuestros impulsos, con nuestras sensaciones internas, hace pasar la energía biológica a través de la mente. Por lo tanto incorpora energía a la mente. Es algo que puede comprobarse experimentalmente con pocas sesiones de Yoga, y con alguna práctica aislada, durante el día.

RESPIRAR
ritmo respiratorio y estado mental
Hay una interrelación entre nuestro ritmo respiratorio y nuestro estado mental.
Cuando tenemos alguna preocupación respiramos seca y violentamente. Cuando estamos más alegres nuestra respiración es más rápida pero nos permite entrar más aire en nuestros pulmones.
Esto quiere decir que nuestros estados anímicos y mentales tienen  su correspondiente cuadro respiratorio; cada vez que nuestro estado anímico o mental se alteran, esto se manifiesta a través de la respiración, convirtiéndose ésta en un lenguaje particular, en una expresión de nuestra personalidad, como lo es  también nuestro aparato digestivo, nuestro sistema nervioso etc. etc. Todo nuestro cuerpo es expresión de nuestra personalidad.
Observando la respiración de las demás personas, sabremos su estado anímico. A mayores problemas internos, mayor bloqueo respiratorio.
Si aprendiéramos a respirar de un modo profundo, aprenderíamos a purificar y ventilar, a  abrir la puerta y dar salida a las emociones y estados reprimidos. A ellos conduce la técnica del Hatha-Yoga.

Aprender a respirar es aprender a vivir, no de un modo ordinario y común, sino considerando la palabra vivir en su sentido profundo: aprender a vivir estando de tal modo receptivo y del todo activo, o sea, todo yo dejando entrar al mundo en mí y todo yo expresándome en el mundo. Vivir con el total funcionamiento de todos mis niveles y mis posibilidades.
                     
Hatha Yoga
(Antonio Blay Foncuberta)

                                         




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