domingo, 25 de noviembre de 2012

GNANA-YOGA (El yoga del conocimiento)



               El ser humano vive en la superficie, y su entendimiento superior, en lugar de irse activando, va atrofiándose con el transcurso del tiempo, salvo que trabaje sobre él. Para hacer posible la evolución de la consciencia necesita poner en marcha los mecanismos oportunos. Hay un conocimiento religioso, científico, filosófico, psicológico, espiritual. Y hay, por encima de todos ellos un conocimiento integral, puro, sin mezcla. Ese conocimiento está en las profundidades y no sobreviene por sí solo. Es forzoso emprender su búsqueda si quiere rescatarse. Incluso los más grandes iniciados tuvieron que retirarse temporalmente del mundo fenoménico para establecerse más sólidamente en su Sí-mismo y lograr la conquista del supremo conocimiento. Tal fue el caso de Buda, Mahavira, Sankara, Cristo y otros mahatmas (almas grandes).
            La visión superior es independiente, amplia y libre. No tiene mezcla, porque está más allá de toda interferencia. No está sometida a nada ni a nadie. No es un producto de la elaboración intelectual ni se basa en la lógica y en el razonamiento. Va apareciendo cuando la mente va consiguiendo la unidireccionalidad (ekagrata), la voluntad se va reafirmando definitivamente, las emociones se van controlando y la conducta obtiene la purificación adecuada. Durante muchos siglos algunos seres  humanos han buscado el conocimiento superior a través de unas técnicas arriesgadas, drogas, esoterismo de naturaleza inferior, choques sobre el sistema nervioso con distintos procedimientos, ascesis férrea, ayunos prolongados y otros. Otros han optado por procedimientos mas fiables y menos extremos: la meditación, el alertamiento mental, el trabajo inteligente sobre el cuerpo, la vía de la entrega, la purificación del discernimiento y otros En cualquier modo hay que tratar de superar las actitudes egocéntricas y saber que el conocimiento superior sólo es obtenible dentro de uno mismo, a diferencia de ese otro conocimiento adquirido que es prestado por los demás.
            El gnana-yogui no debe limitarse a concentrarse durante determinados momentos del día, sino que su atención mental ha de mantenerse despierta en todo instante. No debe dejarse atrapar por su mente conceptual aunque tendrá que usarla en la vida cotidiana. Debe imponerse un estado de tranquilidad que evite en lo posible la agitación mental, porque ésta es un obstáculo para la clara visión y puede crear falsas ideas o erróneos pensamientos que en nada favorecen su desenvolvimiento interior; debe en todo instante sustraerse a la identificación del Yo con el cuerpo el sistema emocional o la mente; debe distanciarse de sus elementos, comprendiendo que son parte de él, pero que no  son su Yo; debe, en definitiva, apoyarse en la sabiduría y hacer una precia distinción entre su Yo y su no Yo.
            El gnana-yogui, como los restantes practicantes de yoga, busca la inmovilidad  de la mente. Incluso el hatha-yoga busca esta inmovilidad de la mente, apoyándose para ello en la inmovilidad el cuerpo y en la neutralización de la dinámica sensorial. La abolición de toda agitación es uno de los procedimientos del ejercitamiento yóguico, pues el silencio de la mente es el campo abonado para que se manifieste el conocimiento superior. Tal silencio se ve quebrado en el ser humano común por una larga serie de elementos que el yogui se esfuerza por refrenar. En un estado de quietud la atención se hace infinitamente más viva y penetrante, al sustraerse del desgaste de energía que provocan los actores perturbadores. En tal caso la atención no oscila ni vacila y se toma un instrumento eficaz para ir alertando la mente intuitiva, que si bien al principio es tan débil que pasa inadvertida posteriormente se va fortaleciendo e independizando de la mente racional. De esta manera el ser humano, para los asuntos de la vida cotidiana, en su esfera de relacion, cuenta con la inteligencia ordinaria, pero para la indagación del Yo va disponiendo de la inteligencia supramundana. Una y otra no tienen por qué interferirse ni limitarse sino que son complementarias y mediante las técnicas yóguicas no sólo se estimula la mente supramundana sino que se va perfeccionando asimismo la mente mundana. Se mejora la atención, la memoria, la capacidad de concentración, se integra la voluntad y se fortalece el carácter. De hecho, el ser humano ni siquiera utiliza asiduamente y con eficacia las facultades de  su mente ordinaria. La observación y el análisis intelectivo son instrumentos excelentes para desarrollar la mente e ir trascendiendo a planos intuitivos. Aunque ellos únicamente facilitan un conocimiento indirecto y sujeto a error, sirven de apoyo para ir integrando la mente. Mediante ellos el practicante debe enriquecer sus conocimientos y hacer que los conocimientos ordinarios sirvan de impulso para obtener conocimientos superiores y despierten una inquietud que solamente pueda satisfacer la sabiduría suprema y el conocimiento directo. Tras las apariencias está la realidad y tras la forma de las cosas está su esencia, su modo final de ser. En tanto la razón se estrella contra las apariencias y las formas, la mente intuitiva penetra hasta la base. El ego es la identificación con el cuerpo, las emociones, los pensamientos, los hábitos El Yo es energía libre e independiente, incondicionada El Yo es la Consciencia Cósmica que habita en cada ser sintiente. El jivanmukta (liberado en vida) es quien realiza definitivamente su Si-mismo como parte de la totalidad. El se convierte en Aquello. Desapegado de sus sentidos, habiendo superado los infinitos ropajes del ego, reside en su mismidad.
            El discernimiento, la capacidad de discriminación y la indagación son los medios de que se sirve, implacablemente, el Gnana-Yoga. El gnana-yogui se sitúa más allá del dolor y del placer y se va independizando, gracias a la labor infatigable de su discernimiento puro, de innumerables ataduras. Una energía nueva y fresca, la de la inteligencia primordial, aflora cuando la mente ordinaria ha sido puesta en su lugar y el practicante ha sido capaz de rescatar una actitud que se ubica en un plano mental no mediatizado por el apego y la aversión. Tal es la energía incondicionada que genera la inteligencia discernitiva. El practicante aprende a distinguir entre el que ve y lo visto, se convierte en espectador más allá del espectáculo. Y, más aún, comprende que también gracias a él es el espectáculo. Y de una es por todas está en el carnaval con plena conciencia de que él es el testigo imperturbable del carnaval y que las mascaras están en la personalidad, pero no en la esencia.

Colección fascículos de Yoga.
TOMO  2 (Ramiro Calle).

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